Un puente entre dos mundos by Nisa Arce

Un puente entre dos mundos by Nisa Arce

autor:Nisa Arce [Arce, Nisa]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2022-10-22T22:00:00+00:00


Capítulo 18

Björn despertó el día de su trigesimocuarto cumpleaños como lo hubiera hecho una mañana cualquiera: la tenue luz que entraba por la ventana de su habitación; un lado de la cama demasiado vacío; el silencio que lo envolvía todo.

Se estiró mientras se incorporaba y, sin más ceremonias, se dirigió al cuarto de baño. Ahí, al contrario de lo que acostumbraba, observó largamente su reflejo una vez se hubo afeitado. Ya no era el adolescente que se había lanzado a la aventura de buscarse la vida por su cuenta, ni el veinteañero que, siguiendo los dictados del corazón, había optado por establecerse en su país de origen.

En su rostro se adivinaban ligeras patas de gallo, y también se intuía el surco nasogeniano. En lugar de encontrar desagradable la visión de los primeros signos de envejecimiento, se sintió a gusto en su piel, reflejo de las experiencias acumuladas.

Sin embargo, una voz en su cabeza repitió lo que había confesado semanas antes.

«Ya no sé quién soy».

Siguió mirando a su yo del otro lado del espejo. ¿Y si en verdad no sabía quién era porque se había obcecado en hallar respuestas inservibles, en lugar de hacerse a sí mismo preguntas nuevas?

No era el mejor momento para entregarse a cavilaciones, así que regresó al dormitorio para hacer la cama y vestirse. Puso rumbo al salón vistiendo sus habituales vaqueros gastados y la lopapeysa que Markus le regaló un día como aquel de hacía ya una década; la prenda era de tanta calidad que apenas había sufrido el paso del tiempo.

Olía a café cargado, pero no había rastro de Isma, por lo que supuso que estaría en el coworking. La nota que este le había dejado pegada a una taza se lo confirmó:

«Felicidades. Sírvete, que está recién hecho. Subo en un rato».

Esbozó una sonrisa. Durante el último trienio había alquilado la habitación que ocupaba su actual inquilino a numerosas personas. Salvo algún que otro roce esporádico, la convivencia con ellas había sido buena; más bien, correcta. Pero con él era distinto.

Quizás fuese porque tenían bastante en común, o porque a medida que transcurrían las semanas se perfilaba como alguien afable aunque tranquilo, que buscaba su compañía sin resultar agobiante. Ambos respetaban el espacio del otro, sabían estar bajo el mismo techo sin entorpecerse. Deseó en su fuero interno que los días de eterna oscuridad no le pasasen factura a nivel psicológico, y diciéndose que haría lo posible por favorecer la interacción social el tiempo en que tuvieran que hacer vida de interior, se dispuso a prepararse el desayuno.

Estaba degustando un bol de skyr y frutos secos, así como una taza del café que Isma había preparado, cuando su móvil sonó. Esbozó otra sonrisa y atendió la llamada que, también aquel día, era tradición recibir.

Saludó a sus padres, y tras intercambiar unas palabras con ellos les propuso pasar al vídeo. Dejó el móvil sobre la alacena para poder hablar mientras seguía desayunando, y luego cuando empezó a preparar lo que iba a llevar a la pequeña fiesta que le habían montado.



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